Desde hace mucho tiempo tengo claro que la música es una necesidad en mi día a día. Si no la hay, la canto. Y lo mismo me da el interior de mi coche, que la ducha, que yendo de paseo por la calle. Es más, como suelo cansarme de escuchar taitantas veces las mismas canciones en la radio, en lugar de conformarme con buscar un playlist de un artista en concreto en la aplicación de turno, me interno en la opción "radio basada en..." A menudo me encuentro anotando en una libreta autores y canciones que descubro y que no conocía hasta ese momento para incorporarlas a mis playlist personales.
Dada mi inclinación musical, el baile debería ir de la mano ¿verdad? Pues, así como tampoco he conseguido tocar ningún instrumento musical, bailar siguiendo una disciplina me resulta arduo. Estuve recibiendo clases de bailes latinos en su momento, pero mi cuerpo se vuelve rígido. Soy incapaz de soltarme y la ejecución de los gestos no me "sale de dentro". No se me hace natural. Por eso, cuando la evolución en la dificultad se tropezó con mi ajustadita -si no escasa- coordinación, abandoné temporalmente esa actividad.
Pero como lo hecho de menos, anoche decidí aprovechar la oportunidad anual que se nos ofrece en la ciudad para ver actuar a verdaderos profesionales, que recorren el país y los continentes, incluso cruzando al charco, compitiendo y ganando concursos aquí y allá. Bueno, eso pretendía, y terminé viendo a los aficionados, los profesionales son otro día. Aún así, disfruté. Porque, aun siendo alumnos de distintas academias, hasta los más jóvenes apuntan maneras -por decirlo suavemente, porque hay niñas de doce años que dan mil vueltas a los adultos-.
Eso sí, cuando los asistentes a la "gala" comentaron las condiciones del recinto, creí en mi inocencia que exageraban. Y al sentarme en mi asiento, comprobé lo equivocada que era esa presunción. Después de cuatro años organizando el mismo evento, cabe pensar que los responsables que lo organizan podrían aprender cada año y mejorar la calidad. ¿Cierto?
Algo sí que ha mejorado. El primer año que me asomé, el show se realizaba en un salón del hotel, sin escenario ni tarima, con columnas dispersadas por la superficie de la estancia que limitaban en mucho poder ver las actuaciones. Ahora al menos tienen un escenario y hay sillas donde sentarse. Pero el hecho de que éste se instale en un patio exterior donde el toldo que cubre no encaja con el techo del porche y vivamos en una ciudad donde la temperatura nocturna ya empieza a descender a cotas otoñales de siete grados centígrados y que el público no se quite el abrigo y saque mantas para cubrirse las piernas, hace pensar si no será peor el remedio que la enfermedad. Las pobres bailarinas bajan del escenario augurando el resfriado que de seguro se acaban de ganar durante los minutos que dura su actuación. Anoche oí a una de ellas: "De esta, pillo una pulmonía".
Y digo yo: ¿Qué pensarán los profesionales? ¿Qué les cruzará por la mente cuando recorren el pasillo ataviados con esos trajes semi transparentes en su mayoría -ellos, ellas lucen galas que escasamente cubren lo mínimo y necesario y en tejidos vaporosos y etéreos que realzan sus figuras, pero abrigar, precisamente, abrigan poco- bajo temperaturas taan agradables? ¿Rodeados de un público tapado hasta la barbilla -excepto las manos, que los aplausos suenen, por lo menos- y cubiertos con mantas de viaje -gracias, Renfe-? ¿No podría aproximarse a "Soy Campeón del Mundo, qué hago yo aquí?"
Después de cuatro años organizando el mismo evento, ¿de verdad no hay ningún otro sitio en la ciudad ligeramente más adecuado? ¿Menos alejado del casco urbano? ¿Donde si pides un taxi no te tengan que cobrar tarifa especial? ¿Donde no tenga uno que llegar en coche sí o sí y rezar para encontrar aparcamiento?
Desconozco cómo se financian, pero teniendo en cuenta que todas y cada de las academias de baile de la ciudad llevan varios años salvándole el trasero al Ayuntamiento asegurando actuaciones que llenan varias horas del programa de las fiestas patronales sin cobrar un duro, -¡eh, agradeced que os damos una oportunidad de promocionaros!-, no estaría de más que, ya que últimamente están tan concienciados con lo de impulsar el sector turístico en la ciudad, apoyaran este tipo de eventos. Quizá así la gente se trasladaría desde fuera para asistir y disfrutar de los shows y conocer la ciudad y enamorarse de ella, en lugar de ignorar completamente su existencia y relegarlos a las afueras, a recintos donde escasamente unas -digamos, doscientas personas-, se aventuran en mitad de la carretera. Ah, pero a la salida sí que se coloca el control de alcoholemia de la policía. Para eso sí que se acuerdan.
Tenemos taaaanto que aprender en esta ciudad...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario